miércoles, 7 de abril de 2010

Je suis cachimbo.

Son las ocho y casi media del 22 de Marzo y las vacaciones habían llegado a su fin. Mari sale de casa con exagerada anticipación tras un ínfimo ritual para no espantar; llega a la Universidad y se da cuenta que no tiene sus horarios, recuerda el nombre del profesor: Bonilla, y finalmente encuentra su clase. 

¡UUUUSU! era lo que repetía inconscientemente cual loco sucio en mi cabeza. Por estúpido que suene, soy sincera, y tengo que admitir la hazaña que significó sobrevivir al primer día pero al segundo... ¡en qué depresión más hard me encontraba!

El roce social es inevitable, no me tomen por creída o superficial pero pasé una vida entera en un mundo sin lentejuelas, ateos, ni tacones; sin culpabilidad. 

Ni se les ocurra pensar que leen a la más desadaptada social de la UPAO y que de seguro repelo a los chicos (AAAS en un 80%), pero las cosas son así: al principio yo pensé: "Bah, Trujillo es una ciudad pequeña... algún conocido en psicología va a estar, además, muchos de mis chicos van a la UPAO; nos vamos a ver, aprenderé a comer cebiche y jugaremos UNO o lo que salga". Y chan, chan, chón: a mi mejor amigo no lo veo hasta ahora y mis nuevos amiguis no ocupan las vacantes.

Fue la fiesta de cachimbos, usu otra vez

A lo antes mencionado lo contrarrestan dos puntos primordiales: LAS CLASES y LA COMIDA. Si, por más freak que suene, insisto en mencionar que los docentes la rompen siempre que quieran aunque al final uno se sienta  pensar y otra vez te encuentras haciendo sinapsis por temas que sabemos no servirán. ¿La comida? Riquísima, baratísima y variadísima. 

Consulté a otros blogs antes de escribir esto y medio concluí que debí escribir este post el 22 de Marzo o con tranquilidad en 6 años (inundada de nostalgia y con son de burla); sin embargo quise inmortalizar esto porque mi memoria no es de las besties y para excusarme con mis fieles lectores.


Sin otro particular, 

Ma